Una Competencia Social ineludible
Seguramente, muchos de quienes lean el presente documento, tendrán noticias de
Alejandro Castro Santander (1), psicopedagogo y autor de numerosos libros, cuyo eje de interés parece ser la “violencia escolar”
Al leer un documento de su autoría “Alfabetización emocional: la deuda de enseñar a
vivir con los demás”, publicado en la Revista Iberoamericana de Educación (ISSN:
1681-5653) (2), me permito reflexionar sobre algunas cuestiones que allí se mencionan y, acercar los comentarios que el autor realiza, al área de la Educación para la Seguridad Vial.
Todas las partes del texto del autor, serán transcriptas en letra cursiva, a fin de ser totalmente respetuosa con el original.
Espero que el presente documento, ayude a entender desde otra perspectiva, la necesidad de trabajar en contenidos educativos que, más allá de colaborar en una mejor calidad de vida para los alumnos, conformen una mejor ciudadanía para el aprovechamiento de todos.
El autor hace mención a que “hoy sabemos que la conducta interpersonal se desarrolla
y se aprende y que mientras más temprano se inicien los procesos de enseñanza aprendizaje de las habilidades sociales, mejores serán los resultados. Los distintos estudios nos muestran también como las limitaciones en el desarrollo emocional-social
genera diversos riesgos, entre los que se encuentran la desadaptación, el abandono escolar, el bajo rendimiento, las conductas violentas y otras dificultades escolares”.
Acá se hace referencia a las “habilidades sociales” y a como las “limitaciones en el desarrollo emocional-social”, provocan diversos riesgos.
¿Qué entiende Santander por habilidad social? Para explicarlo, él hace mención al
concepto de “competencia”, las cuales a su criterio, “integran distintas capacidades en estructuras complejas. Esas capacidades se pueden simplificar en orientaciones generales como éstas: las intelectuales, las prácticas y las sociales.
- Las capacidades intelectuales, hacen referencia a procesos cognitivos necesarios para operar con símbolos, representaciones, ideas, imágenes, conceptos…Incluyen habilidades analíticas, creativas y metacognitivas, entre otras.
- Las capacidades prácticas refieren a un saber hacer, a una puesta en acto... Incluyen habilidades comunicativas, tecnológicas y organizativas.
- Las capacidades sociales se refieren a la participación de la persona, como miembro de un grupo, en los ámbitos de referencia próximos y en contextos más amplios, no inmediatos a la cotidianeidad.
Ese saber hacer bien supone entonces, pasar por una formación que permita adquirir los conocimientos, habilidades y destrezas necesarios para ello. Implica aprendizajes de tres tipos, que están interrelacionados:
-Conceptuales: referidos a la parte teórica, conceptos definidos, hechos o datos que
sustentan la aplicación técnica;
-Procedimentales: referidos al manejo de técnicas, métodos y estrategias que se aplican de acuerdo a una secuencia ordenada, para conseguir una meta, y –
-Actitudinales: que suponen una determinada disposición de la persona, con valores e
intereses específicos, necesaria para un desempeño eficiente.
Cualquier competencia:
• Supone conocimientos razonados ya que no hay competencia completa sin los conocimientos teóricos no son acompañados por las cualidades y la capacidad para ejecutar las decisiones que la competencia requiere.
• Así, podemos entenderla como el conjunto de saberes, cualidades y comportamientos puestos en juego para resolver situaciones concretas.
Esto implica que:
• Las competencias no provienen sólo de la aprobación de un currículo formal, sino de la aplicación de los conocimientos en situaciones críticas. Son inseparables de la acción y para ser desarrolladas necesitan conocimientos.
• La competencia no se determina sólo por lo que la persona sabe o entiende, sinó también por lo que puede hacer (capacidades) lo que tiene la voluntad de hacer y lo que es (personalidad y actitud)
“Una persona es competente
si sabe hacer las cosas,
entiende lo que está haciendo
y comprende, además, las
implicaciones de sus acciones”
Alejandro Castro Santander
Santander define a las Competencias Sociales “como un conjunto de habilidades,
capacidades, destrezas, relacionadas a la conducta, que posibilitan que el niño, el adolescente o el adulto, mantenga relaciones positivas consigo mismo y con los otros y que afronte, de modo efectivo y adaptativo, las demandas de su entorno social”.
Partiendo entonces de éstos conceptos, vemos cómo la Educación para la Seguridad
Vial, necesariamente debe integrarse dentro del currículo escolar y, su abordaje implica una necesidad ineludible para la conformación de ciudadanos que estén a la altura de las exigencias que el mundo actual nos presenta.
Entendemos a la Educación Vial, tal como la definen especialistas españoles, como
“toda acción educativa (inicial y permanente), que trata de favorecer y garantizar el desarrollo integral de la persona, tanto a nivel de conocimientos (habilidades cognitivas, señales, normas, habilidades y destrezas) como a nivel humano (conductas, hábitos positivos de comportamiento vial, valores individuales y colectivos) que permita afronta el fenómeno circulatorio en perfecta armonía entre los usuarios y su relación con el medio ambiente, mediante actuaciones legales y pedagógicas, implementadas de forma global y sistémica, sobre todos los ámbitos implicados y utilizando los recursos tecnológicos más apropiados. Y todo ello teniendo como objetivo final el logro de una adecuada Seguridad Vial”. (Violeta Manso Pérez, Manuel Castaño Pardo. “Educación para la seguridad Vial”.
Ed. Anaya. España 1993).
La Educación Vial que proponemos, debe ser superadora de los procesos de enseñanza
– aprendizajes basados en la mera exposición de los mandatos legales, la memorización de los símbolos viales o, la repetición de artículos o textos presentes en algún código de tránsito.
Tradicionalmente en nuestro país, en lo relacionado a la enseñanza de la Educación
Vial, muchas veces ésta se presentó como un contenido uniforme para todos los niveles de la enseñanza, sin discriminar los receptores de las mismas (edades y roles que desarrollan en la circulación vial), lo cual no ayuda a lograr desempeños satisfactorios en la vía pública, porque cada persona debe estar informada acerca de los riesgos que el tránsito le presenta en determinados momentos de su evolución (ni antes ni después).
También la educación vial ha sido motivo de enseñanza reservada a algunas oportunidades aisladas (Por Ej.: 10 de junio día de la Seguridad Vial) y, no se ha mantenido como parte activa del currículo a lo largo de todo el ciclo lectivo. Ello genera un tratamiento muy parcializado de los temas, lo cual no sirve para generar ese cambio de actitud que tanto esperamos.
Otro de los inconvenientes que hemos observado en el abordaje de la educación vial,
parte de observar que con ella se transmiten contenidos poco atractivos, lo cual
genera desinterés, tanto en los docentes como en los alumnos. Sin duda cuando
hablamos de llevar la educación vial a las aulas, no estamos diciendo que se reduzca
a la enseñanza de las leyes, de las señales de tránsito o, a cuestiones vinculadas con números y cifras estadísticas. La Educación para la Seguridad Vial, es eso y mucho más, es una disciplina que abarca innumerables aspectos y, que debe tener por objetivo posibilitar un desarrollo armónico de las personas en el tránsito.
Creemos que la Educación para la Seguridad Vial debe generar individuos adaptados
al sistema de tránsito, capaces de ejercer el autocontrol de sus emociones, de manera
de no perjudicar con conductas de riesgo, la vida y la salud propia y de terceros. Ello brinda a los docentes oportunidades increíbles para trabajar en el aula de manera concreta, los temas vinculados con los valores y la ciudadanía.
Sin duda, la escuela debe hacer un esfuerzo mayor cuando se trata de abordar éste
tipo de disciplinas en el aula. Porque no se trata sólo de enseñar “saberes”, sino que se intenta desarrollar un “modo de hacer bien las cosas” o, al decir de Santander “desarrollar competencias” y, para ello, la escuela debe desafiar su propia “forma de enseñar”.
Educar para llevar a cabo desplazamientos seguros, implica trabajar con los alumnos
para que logren conocer las normas de tránsito, pero también, el por qué de las
mismas, su razón de ser, para que alcancen una comprensión adecuada de las mismas
y, opten así, por su cumplimiento, como garantía de seguridad.
No basta con enseñar “qué se debe hacer”, hay que intentar que los alumnos “quieran
hacerlo” y, ello no es sencillo, requiere de un proceso determinado, en dónde los
conocimientos, la práctica y la valoración, concluyen en la ejecución de una conducta
apropiada que, va conformando “el modo de ser” de cada persona en el entorno vial.
Sin embargo, hay quienes como Philippe Perrenoud (citado por Santander en el
artículo de referencia) que entienden que, “la escuela oscila entre dos paradigmas:
enseñar saberes (conocimientos) o desarrollar competencias, y sostiene que:
- La escuela continúa considerando el aprendizaje en términos de saberes, porque eso es lo que ella maneja de mejor forma.
- Un enfoque por competencias le asusta porque éste pone en crisis la transposición, la planificación y el contrato didáctico.
- Es más fácil evaluar los conocimientos de un alumno que sus competencias, puesto que, para encontrarlas se le debe observar en acción, en tareas complejas que toman tiempo.
Considera que una educación basada en competencias transformaría el trabajo de los
docentes y de los alumnos, junto a las tareas que realizan todos los involucrados en la escuela y que su aplicación evidenciará cambios reales en la educación si:
• Se construye la transposición didáctica.
• Se modifican las disciplinas y el diseño de los horarios.
• No se conforma un ciclo de estudios a la espera del siguiente.
• Se inventan nuevas formas de evaluar.
• No se niega el fracaso para “construir sobre la arena”.
• Se diferencia la enseñanza.
• Se modifica la formación de los docentes.
A través del Programa Escuela Segura, intentamos colaborar en la formación de los
docentes, brindándoles información precisa acerca de los riesgos presenten en el
entorno vial, tanto para los niños como para los jóvenes; las estrategias de seguridad más adecuadas para hacer frente a dichos riesgos; las destrezas necesarias para cada nivel de la enseñanza y, los valores que deben guiar los distintos comportamientos en la vía pública (solidaridad, respeto mutuo, empatía, autocontrol…)
La seguridad vial es una construcción social; la escuela es un ámbito ineludible para
“aprender” comportamientos seguros, sin duda no es el único, pero su actuación en
éste campo, garantiza mejores niveles de seguridad, al influenciar en los individuos
desde las etapas más tempranas, de un modo sistemático y metódico y, en forma
generalizada.
Esperamos que, con el transcurso del tiempo, se otorgue a éstos temas un horario
determinado, una planificación específica e incluso, se evalué el desempeño de los
niños, de manera de poder generar usuarios competentes del sistema de tránsito.
Y, coincidimos con Santander cuando afirma “Las medidas preventivas pueden reducir
los factores de riesgo, aumentar los factores de protección y tratar los factores determinantes de la violencia. Es por esto que muchos continuamos creyendo que la educación es el camino más propicio para prevenir y desaprender las violencias porque, por inverosímil que hoy parezca para la sociedad, ante el enorme menoscabo que ha sufrido la escuela en las últimas décadas, todavía hay en ellas miles de docentes inquietos buscando a través de la formación de los niños un mejor futuro para nuestros pueblos”.
Dra. Marta Fernández
Consejera ISEV